Por Daniel Arturo Campillo Campos
Las doctrinas económicas siempre nos llegan en forma de propaganda. Esto va ligado a la propia naturaleza del tema, y pretender que no es así en nombre de la “ciencia pura” es rehusarse en forma anticientífica a aceptar los hechos. El elemento de propaganda es inherente al tema, porque está relacionado con la política. No tendría interés de no ser así. Si ustedes quieren un tema que valga la pena estudiar por su atracción intrínseca sin ningún objetivo hacia las consecuencias, no habrían asistido a una conferencia sobre economía. Estarían, digamos, estudiando matemáticas o el comportamiento de los pájaros. Karl Marx expresó sus ideas durante la tremenda pobreza de la década de 1840. Alfred Marshall vio el florecimiento del capitalismo en la época de paz y prosperidad de la década de 1860. Keynes tuvo que encontrar una explicación para la mórbida condición de “pobreza en medio de la abundancia” en el periodo comprendido entre las dos guerras mundiales. Pero cada uno de ellos tiene importancia para otros periodos, porque en la medida en que cada teoría es válida, arroja luz sobre las características esenciales del sistema capitalista que siempre han estado presentes y aún tienen que considerarse. Cada uno, todavía más, está ligado a una actitud política particular hacia el sistema económico, lo que es muy importante para los problemas que confrontamos hoy en día.
Marx sostuvo que el capitalismo está confinado a desarrollarse en tal forma que origine su propia destrucción, y urgió a los trabajadores a organizarse para apresurar su caída. Marshall argumentó que, a pesar de algunos defectos, es un sistema que promueve el bien de todos. Keynes muestra que tiene defectos profundamente arraigados que, sin embargo, pueden ser remediados. Marx está haciendo propaganda contra el sistema; Marshall lo defiende, y Keynes lo critica con objeto de mejorarlo. Marx muestra que las reglas son desfavorables para los trabajadores, y que por esa sola razón no serán toleradas mucho tiempo. Marshall argumenta que las normas están arregladas de tal manera que producen el mayor crecimiento posible de la riqueza, y que todas las clases se benefician al compartirla. Keynes muestra que las reglas necesitan reformarse a fin de asegurar que la riqueza continúe creciendo. La descripción y la evaluación no pueden separarse, y pretender que no estamos interesados en la evaluación es engañarnos. Marx tiene un concepto completamente claro acerca de este propósito. Está del lado de los trabajadores y presenta el argumento contra el capitalismo, con objeto de alentar a los trabajadores a derrocarlo. Marshall no estuvo de manera abierta y clara en un lado u otro en el choque de los intereses entre los trabajadores y los capitalistas. Su posición es más bien en el sentido de que, si cada uno acepta el sistema y no hace alboroto sobre ello, se beneficiarán ambos. Keynes está en contra del desperdicio, la estupidez y la pobreza innecesaria. No está tan interesado en quién obtiene el beneficio de la producción incrementada, como en asegurarse de que éste se realice.
Si los capitalistas vivieran enteramente de conformidad con la descripción que hace Marx e invirtieran realmente todo el excedente, no habría necesidad del socialismo. Es el aspecto del beneficio como fuente de riqueza privada, en el que Marshall hace hincapié, lo que proporciona el argumento más fuerte para el socialismo, y el aspecto de beneficio como fuente de acumulación, en el que Marx hace hincapié, lo que proporciona el argumento más fuerte para el capitalismo. El análisis de Keynes también proporciona un argumento para las conclusiones políticas propuestas. Muestra, primero, que hay una tendencia natural en una economía capitalista avanzada hacia el estancamiento crónico, con desocupación permanente, y que es, por su propia naturaleza, muy inestable. Arguye que es necesario cierto grado de interferencia con el sistema de empresa privada pura para mantener el funcionamiento eficiente.
Extracto tomado del volumen 89 Número 356 (2022): octubre-diciembre del Trimestre Económico titulado “Marx, Marshall y Keynes: tres criterios sobre el capitalismo” escrito por Joan Robinson (1903-1983), economista británica.
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