Opinión | 500 años: conquista o resistencia

La llegada de los españoles a América, es interpretada, como todo fenómeno social, económico, cultural o histórico, de diferente manera, ya sea por los conservadores (la derecha), y la tendencia democrática, con rigor científico.

La visión de derecha es congruente a su propia esencia de darle a su interpretación una connotación exclusivista, sectaria, dogmática, fanática y distorsionada.

Así, la derecha resalta el valor de un puñado de españoles que se enfrentó y venció, a un pueblo bárbaro, al que cristianizó, dándole la posibilidad de la salvación, aniquilando sus creencias diabólicas y sus ritos bárbaros, para que adoraran la cruz de Cristo.

Si ponemos en contexto, la barbarie indígena era menor que la barbarie de un pueblo que se decía creyente de un dios de amor. Veamos: En el siglo XI, los españoles, se habían lanzado las cruzadas para combatir a sangre y fuego a los musulmanes apoderados de Jerusalén, la idea era retomar tierra santa. Fueron derrotados y expulsados por Saladino.

En los dos siglos que duraron las cruzadas, murieron decenas de miles de personas, la investigación histórica nos sigue dando luces sobre este suceso, que abría las puertas al fanatismo duro.

Los templarios, fueron utilizados no solo para combatir musulmanes, también, para exterminar pueblos considerados como herejes, como sucedió con el asesinato de miles y miles de cátaros, hombres, mujeres, niños y ancianos en el sur de Francia. Se sabe que en un día asesinaron a veinte mil.

Luego, a nombre de la iglesia, asesinarían en un martes trece, de 1307, miles de templarios, para apoderarse de sus riquezas. Posteriormente seguirían con las torturas y cometidas en nombre de la fe, por psicópatas de la Inquisición y el Santo oficio.

En España, se ponía en práctica la sangrienta persecución y expulsión de judíos y árabes que se habían asentado desde la antigüedad romana en la península ibérica. Quiénes se quedaron, fueron ferozmente tratados por La inquisición. Segregados, obligados a la conversión, torturados, encerrados de por vida en las prisiones medievales, despojados de sus bienes que se repartieron como buitres y llevados a la hoguera.

Poco enseñaban los españoles a los indígenas de amor al prójimo con la realidad monstruosa que arrastraban. Con su doble moral, a los originarios esclavizaron, castigaron con crueldad y despojaron de su cultura con la violencia irracional, cobijados con la espada y la cruz.

En Durango, hay dos testimonios de esta invasión española, una es la placa inaugural de la Plaza Fundadores, levantada por un gobierno de derecha priista, y la otra, la estatua erguida a Ginés Vázquez del Mercado por José Ramón Enríquez, en su tiempo alcalde panista, hoy, senador de “izquierda” morenista.

La investigación histórica nos enseña la cara oculta de esta mal llamada conquista. Los españoles nunca la hubieran podido realizar si no ha sido por la alianza de pueblos sojuzgados por los aztecas, que vieron la oportunidad de terminar con un sistema esclavista y tributario, alianza coyuntural que a la postre resultaría peor. Leer “Las venas abiertas de América latina” de Eduardo Galeano, nos dará un acercamiento al genocidio español en las Américas. Por ello, conmemorar siglos de resistencia indígena, es no olvidar nuestra historia. O no.

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