Opinión | Añoranzas

-Oye we…-; qué pasó Mequetrefe. No empieces a insultarme mi sangre. Hoy no quiero que nos tratemos mal por favor…-; ájale, ya te brotó el mazapán que llevas dentro. – No mi hermano, hoy no quiero de verdad entrar en dimes y diretes contigo. Ando nostálgico. Las fechas que se aproximan me ponen así -.

¡Ah que la canción! Sí que andas melancólico. Y me puedes decir qué es lo que te pasa…; – Simona la Afligida.

Pues resulta que ya para estas fechas, cuando el ambiente empieza a colorearse de color navideño; pues comienzo a extrañar el terruño, a la gente, a mi gente. Y pues recorrer las calles y comenzar a ver algunos aparadores con elementos de la temporada me hace recordar aquellos años en que era un inocente mocosuelo -. No manches pinche Alter, me vas a contagiar tu nostalgia we…; – aguántese we.

A poco tú no sientes añoranza por aquellos años de infancia. Rodeado de tus seres queridos…-; pues sí, pero así es la vida y debes aprender a vivir de recuerdos y disfrutar esos recuerdos cuando no puedes hacer otra cosa. – Pues eso hago pero no por eso dejo de sentirme como ahora.

Sobre todo porque recuerdo muy bien que en estas fechas, ya mi Jefecita…-; a poco tienes…; – ya ves we, yo que me quiero portar como gente decente y tú que no me dejas pinche Tío Lucas. Pero sí, sí tengo Jefecita aunque tú y muchos crean que no la tengo. 

Te decía que ya para estas fechas, ya la Jefecita comenzaba a transformar aquella humilde morada, en un espacio contagiado de momentos agradables. El colorido aroma a los ponches ya empezaba a llenar cada rincón de la casa. Era momento de cerrar las ventanas que por casi medio año, permanecían abiertas por el calor que a veces era insoportable; era ese momento en que no se dejaba salir ningún halo con sabor a diciembre aunque estuviéramos a mitad de noviembre.

Me encantaba dibujar arbolitos navideños, escribir mi nombre, el de mis hermanitos, el de la familia, el de alguna chiquilla que me gustaba en aquel momento, aunque ese no duraba más de lo que tardaba en escribirlo, porque si alguien lo veía, luego luego llegaba la carrilla, en los cristales empañados por el calor que se desprendía de las ollas u objetos colocados a fuego lento en la estufa; pero ahora, más que nunca, estoy seguro, era el calor de mi familia que siempre estuvo muy unida -. No pues sí tienes razón. Sí pega la nostalgia. Yo también recuerdo que…-; nel we. Este es mi espacio, yo empecé primero. Si quieres tú, platica en otra ocasión…-; mira que ca… Nijo me saliste mendigo Parásito, luego no quieres que te diga cosas. – Yo te gané we. Así que déjame seguir.

Recuerdo muy bien que ya para estos días, comenzaba a girar por toda la casa la idea de que los Santos Reyes nos estaban viendo y, si nos portábamos mal, no nos traerían nada. Así que, eran casi dos meses en los que los jefecitos, se pasaban de lanza y nos traían como sus tarugos haciendo esto y aquello. Pero valía la pena, porque Melchor, Gaspar y Baltasar, ya andaban merodeando por las ventanas de cada casa, supervisando que cada criatura estuviera cumpliendo con sus respectivas tareas; aunque insisto, en casa la Jefecita, se pasaba de lanceta y aprovechaba para que todo lo que no hacía durante el resto del año, lo realizara en unos cuantos días.

Pero hay algo que me gustaba mucho y lo disfrutaba como enano…-; pues no te costaba mucho trabajo we, porque sí estabas enano…; – ¡Ah! Qué gracioso me saliste. Pero ese momento tan maravilloso del que te hablo, es aquel cuando mis carnalitas, muy enternecidamente se la pasaban viendo en la televisión todo el catalogo de juguetes que estarían disponibles para esas fechas y que pudiésemos elaborar nuestra carta sin que se nos pasara el mínimo detalle. Y me gustaba porque desde entonces me gustaba armar y desarmar todo lo que llegaba a mis manos; entonces, yo trataba de influir en ellas para que pidieran la muñeca o el juguete que, después de que ellas estrenaran, pues se los hiciera perdedizos, y terminaran sirviéndome para cualquier nuevo “experimento” mío, sobre todo, si las muñecas caminaban o cantaban; sus elementos eléctricos, me servirían para darle unos cuantos mini caballos de fuerza a mis carros de plástico, que eran huéspedes de los motores y luces y todo aquello que sirviera para que pudieran emprender el recorrido con los luchadores clásicos que tenían su manita levantada, sobre mis vehículos motorizados construidos por mí…-; si we, pero dejabas a tus hermanas sin sus muñecas…-; creo que nunca se enteraron porque desparecían mi cabeza de aceituna -. Siempre has sido una mendiga Sabandija. – Nel we, yo me ocupaba de que aquellas muñecas no se les fuera a ocurrir alguna noche caminar solitas, así que pues las despojaba de aquellas tentaciones, y mejor que caminaran mis carritos –. Así como te acuerdas de las travesuras que les hacías a tus hermanas; ellas te la han de recordar we. – Nel, saben que soy el consentido y no pueden decir nada.- Vámonos ya, que una lata de atún nos espera…; – otra vez atún pinche miserable; yo pensé que me ofrecerías un ponchecito o unos buñuelitos, ya de perdis, unos tamalitos…-; si no soy tu papá we. Vámonos. – Pinche culei, ni porque te di un recorrido en el tiempo -.

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