Año con año Oxfam publica un nuevo estudio al mismo tiempo que se lleva a cabo el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza. Oxfam es una confederación internacional de 20 organizaciones que trabajan junto a organizaciones socias y comunidades locales en más de 90 países (https://www.oxfam.org/es). Hace cuatro años se publicó en este espacio un estudio titulado “Una economía para el 99%”; tres años atrás se dio a conocer la publicación denominada “Premiar el trabajo, no la riqueza”, mientras que hace dos años se dio a conocer el estudio “¿Bienestar público o beneficio privado?”; por su parte el hace un año se escribió con relación al estudio titulado “Tiempo para el Cuidado” en el cual se analiza dos problemas económicos de gran relevancia: la desigualdad y el trabajo no remunerado. En esta ocasión la investigación se titula “El virus de la desigualdad” y como era de esperarse los datos son devastadores.
La acumulación de riqueza en manos de los más ricos no ha dejado de aumentar desde que empezó el siglo XXI. El número total de milmillonarios prácticamente se duplicó durante la década posterior a la crisis económica de 2008 y, entre 2017-2018, cada dos días surgía un nuevo milmillonario en el planeta. La creciente brecha entre los más ricos y el resto de la población se debe, en parte, a los elevados y persistentes niveles de desigualdad de ingresos. En 2015, la mayor parte de la población mundial vivía en países donde la desigualdad de ingresos había aumentado durante los veinticinco años anteriores. Entre 1980 y 2016, el 1% más rico de la población recibió 27 centavos de cada dólar de crecimiento de los ingresos a nivel mundial, más del doble de lo que acabó en manos del 50% más pobre. Esta desigualdad tan extrema se materializa en el hecho de que, incluso antes de la pandemia, miles de millones de personas ya vivían en una situación límite, y carecían de los recursos y el apoyo necesarios para hacer frente a la crisis económica y social generada por la COVID-19. Más de 3 mil millones de personas carecían de acceso a atención médica, tres cuartas partes de los trabajadores y trabajadoras no contaban con mecanismos de protección social como la prestación por desempleo o la licencia por enfermedad, y más de la mitad se encontraban en situación de “pobreza laboral” en los países de renta baja y renta media-baja.
A pesar de que el Producto Interior Bruto (PIB) mundial se haya duplicado desde 1990, en los países de renta baja y media-baja casi la mitad de la población activa sigue viviendo en situación de pobreza. Las trabajadoras y trabajadores de todo el mundo apenas se han beneficiado de los frutos del crecimiento económico: entre 1995 y 2014, el crecimiento de los salarios se situó por debajo del aumento de la productividad en 91 de 133 países. Entre 1990 y 2015, el 10% más rico de la población mundial fue responsable del 52% de las emisiones de carbono a la atmósfera, lo cual equivale a casi un tercio del máximo de emisiones establecido por el Acuerdo de París para limitar el calentamiento global a 1,5°C. En este mismo período, el 1% más rico de la población fue responsable del 15% de las emisiones, más del doble que la mitad más pobre de la población mundial.
Entre 1985 y 2019, el tipo legal o nominal promedio del impuesto sobre los beneficios empresariales a nivel mundial se redujo del 49% al 23%, mientras que el tipo máximo del impuesto sobre la renta de las personas físicas en Estados Unidos se ha reducido a casi la mitad desde 1980, pasando del 70% al 37%. Los dividendos recibidos por los accionistas de las empresas que cotizan en la Bolsa de París (CAC40) se incrementaron en un 70% entre 2009 y 2018, mientras, el salario promedio de las trabajadoras y trabajadores de estas empresas tan solo se incrementó en un 20% en ese mismo período.
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