El día 30 de agosto, es decir, dentro de tres semanas exactamente, es el día marcado por el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, para el regreso a clases presencial en el sistema de educación básica, es decir en los niveles educativos de primaria y secundaria en el país, esto después de un confinamiento de poco más de un año, en donde los maestros, lejos de “echarse para atrás”, sacaron adelante el último ciclo escolar, sin embargo, hoy, casi en el pico más alto de esta tercera ola de contagios del COVID a nivel mundial, serán los primeros obligados en estar en las escuelas desde dos semanas antes, fecha en la que, para ellos y para los trabajadores administrativos, da inicio de manera formal el ciclo escolar 2021-2022.
En tiempos normales, en este caso, en referencia a antes de la pandemia del Coronavirus, los maestros enfrentaban diferentes problemas derivados de su situación laboral, habían logrado, gracias a sus dirigentes sindicales y al presidente de la República, dar marcha atrás a la Reforma Educativa implementada en el sexenio anterior por el entonces presidente Enrique Peña Nieto, reforma que fue considerada más como administrativa que como educativa, y que entre sus disposiciones principales era la de la evaluación permanente de los maestros, so pena de retirarlos de sus centros laborares e inclusive, quitarles su plaza, disposición, entre algunas otras, que fue el principal motivo del rechazo de los maestros, bajo el argumento de que desde siempre, han sido evaluados, con la diferencia de lo anteriormente mencionado, es decir, maestro que no acreditara dichas evaluaciones, no podría seguir más al frente de un grupo.
Esta medida, siempre se vio desde dos -o más- ángulos, hay que recordar que lamentablemente, algunos sindicatos otorgaron plaza de maestros a personas que no contaban con -deje usted el título- la preparación adecuado para impartir clases, para formar maestros, profesión que a través de los años, se ganó el respeto de la sociedad, los maestros eran considerados como una autoridad suprema en los centros escolares, y que decir de los que iniciaban en las comunidades y poblados del interior del estado, a quienes se les ofrecía casa, comida y todo lo que necesitara, a pesar de su juventud, los padres de familia les daban “todo el poder” en el proceso educativo de sus hijos, ya no se diga de los más experimentados, quien tenían “manga ancha” para corregir a sus alumnos, sin importar métodos como el del borrador, la vara ejecutora, el metro, el jalón de patillas, los coscorrones y algunos otros que forjaron hombres de bien, sin complejos ni traumas, tal como se supone hoy en día.
Hoy, el dilema es regresar o no a las aulas el próximo 30 de agosto, si la sociedad esta, o no preparada para atender los protocolos que las autoridades de salud implementaron hace ya casi un año y medio, según se puede ver, AMLO está -para variar- encaprichado con que los maestros y los alumnos regresen a clases de manera presencial dentro de tres semanas, sin importar que la variante Delta del COVID predomine en esta tercera ola y esté afectando a jóvenes y a niños, a este grupo de la sociedad que tiene un año y medio en el encierro, enclaustrados, maniatados, reprimidos, que lo único que desean es el contacto con sus compañeros, al margen de cubrebocas, de sana distancia, de lavarse las manos o de usar gel, desde un punto de vista negativo, se podría decir que el gobierno federal esta mandando “al matadero” a los estudiantes de estos niveles, pero es difícil pensar lo contrario.