Opinión | Gobiernos de rateros y mediocres

Karl Lowenstein, teórico del poder, sostenía que cuando éste no se encuentra limitado, tiende a transformarse en tiranía y arbitrario despotismo.

Desde la formación del Estado, el surgimiento de la Autoridad y El Poder, ha existido una dicotomía permanente entre gobernantes y gobernados, tratando los primeros de justificar su derecho a mandar, gobernar y tener más poder; los segundos luchando por el reconocimiento, el respeto a mayores derechos y por conseguir un mayor margen de participación en las decisiones sobre la vida pública. Lo que no quiere decir que el ciudadano común lucha por alcanzar el poder, sino más bien, históricamente ha luchado contra el ejercicio arbitrario del poder.

En la actualidad, la democracia moderna, exige de un sistema de gobierno de seres humanos que se auto perciben dignos e iguales entre sí. El pueblo está formado por personas que tienen su propia individualidad y sus propios derechos que no están otorgados por el Estado sino por la naturaleza misma. De esta forma, todo gobierno está obligado a reconocer los límites del poder público en pro de esa dignidad invulnerable.

Lo que acabo de decir quizá suena bastante utópico, porque en la realidad en la que vivimos hemos pasado de la democracia a la caquistocracia, esto es, la degeneración de la democracia hacia el gobierno de los peores, que trae como consecuencia crisis y estancamiento institucional o bien; hemos pasado de la democracia a una plutocracia.

Sostengo esto porque ni todos son buenos ni todos son malos; no solamente los más ricos son los que tienen el derecho de exigir respeto y legalidad por parte de la autoridad, todos los ciudadanos debemos de gozar de las mismas oportunidades, desde un emprendedor de una microempresa hasta el dueño de un gran corporativo.

Los gobiernos deben respetar a todos por igual, generar la misma igualdad de oportunidades para todos y todos los ciudadanos, deben conducirse por el terreno de la legalidad y de la participación activa, debemos poner el ejemplo de transparencia, rendición de cuentas para entonces, exigir lo mismo a nuestras autoridades.

Ya basta de simulaciones, de acuerdos por debajo de la mesa, de presiones políticas; es hora de ponernos a cambiar el estado de cosas, por un medio ambiente sano y participativo que derive en un ejercicio real de gobernanza.

Los ciudadanos no debemos conformarnos con castigar a los partidos gobernantes en cada proceso electoral mediante el voto de castigo, sino a generar una correlación de fuerzas permanente a través del poder ciudadano, en donde tengamos una corresponsabilidad en la toma de decisiones y no solamente se dé por cuestiones coyunturales.

Hagámoslo, sí podemos.

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Mariano Cervantes
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