Euforia de los simpatizantes de Joe Biden, quien al rebasar los 270 votos electorales y superar los 300, se convierte en triunfador de las elecciones para la presidencia de la república del 2020. Un proceso electoral que tuvo emociones. No solo la sociedad norteamericana estuvo en suspenso, también gran parte del mundo.
El proceso hasta la madrugada del miércoles 4 de noviembre fue de expectación. El presidente de Estados Unidos que buscaba su reelección, se vio optimista y se sintió ganador desde el momento en que se cerraron las casillas, (siete de la noche del martes), hasta las primeras horas del miércoles. Incluso, el mismo Trump lo declararía, estaba lista la celebración en la sede del gobierno estadounidense, la Casa Blanca.
Pero las tendencias dieron un vuelco, el estado de Arizona cambiaba a demócrata su voto, después de que históricamente fue republicano. Las tendencias en ese estado clave, que le daban al triunfo a Donald Trump, cambiaron alrededor de las dos de la mañana. Con este giro, en la intención del voto, Donald Trump, se dijo sorprendido, manejó la sospecha, entró la teoría de la conspiración, terminó hecho bolas.
Donald Trump, ya había expresado su recelo con el voto por correo, nuevo mecanismo para evitar contagios del coronavirus. Si pierdo no reconoceré el triunfo de Biden, puede haber fraude, apelaré a la Suprema Corte de Justicia, convocaré a los ciudadanos a defender el votoo y otras amenazas.
Conforme transcurría la votación, se alejaba Joe Biden de Donald Trump. Pero seguía la espera por la falta de conteo de las papeletas en estados visagra, péndulos o claves, como les llaman en Estados Unidos, a los que tiene alto número de votos electorales e inclinan la balanza.
A partir de las tendencias en Arizona, Trump se puso a la defensiva, fue aumentando su acusación de fraude. Convocó a sus seguidores a que se concentraran en los capitolios estatales para parar el conteo de papeletas.
Pero los estados importantes conforme pasaban las horas sumaban votos electorales a Biden, que se estancó por un día en 264 votos a solo seis de llegar al número mágico de 270. La decisión estaba en Pensilvania que le daría el suficiente número de voto a Biden para el triunfo, como así fue.
Entonces, Donald Trump enloqueció, acuso a los estados en donde las autoridades son republicanas de fraude, con eso, Trump aparte de la derrota electoral, se iba quedado solo, su partido guardaba sana distancia de él como si fuera coronavirus.
Donald Trump desde mucho antes sabía que el voto postal lo aniquilaría, siempre le puso objeciones: aún hoy, dice que ganó con más de 70 millones de votos, el mundo se ríe de él, textos y memes lo hacen blanco de su ironía en todo el mundo.
A lo largo de sus cuatro años de gobierno, Trump cargó la pistola con la que le darían el tiro de gracia. Su gobierno fue atrapado por su personalidad altanera, pedante, mentirosa, rijosa, prepotente, vanidosa y muchas cosas más.
Los grandes hombres de negocios ya no vieron en Trump una real posibilidad de salir de la crisis, la mayoría de los ciudadanos se angustiaron, se llenaron de luto y llanto ante una falta de estrategia efectiva para enfrentar la pandemia y hora son el país con el mayor número de muertos e infectados del mundo. A los hispanos los persiguió, a sus familias las dividió, a los niños los secuestró. El colapso tocaba la puerta mientras él se pavoneaba de ser el mejor presidente de estados unidos, la derrota se la merecía porque el cavó su tumba. O no.