Opinión | Prevalece el desorden en el servicio de taxis de esta capital

Una de las actividades económicas que también sufre las consecuencias de la pandemia, es el de los taxis, sin embargo los problemas los venían arrastrando desde antes de que se presentara esta contingencia, como algo clásico de Durango, una vez que dio inicio la modernización y la innovación en este servicio público, y con ello las buenas ganancias para quienes iniciaron este proceso, las imitaciones  la competencia no se hizo esperar, fue hace ya varios años que la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), encabezada por su hasta hoy dirigente estatal, Cuauhtémoc Ibarra  Gómez, dio el primer paso al instalar los hoy indispensables “taxímetros” en las unidades a las que se denominó “ecotaxis” abaratando en buen a medida este servicio y haciéndolo accesible para todas las clases sociales, ya que no hay que olvida que anteriormente, viajar en taxi era prácticamente un lujo.

Po su manera de trabajar, los taxis se conocían como “carros de sitio”,  ya que se encontraban en lo que hoy se conoce como “base”, lugar al que la gente que requería del servicio podía llegar a abordarlo, o llamar por teléfono para pedirlo a las puertas de la casa, del trabajo o cualquier otro lugar en donde se necesitara este transporte, sin embargo los precios no eran nada accesibles para la ciudadanía en general, era un servicio caro, a diferencia de hoy en día, los autos generalmente eran los modelos más grandes en su tipo, para poder transportar a “toda la familia”, las que en esos años se caracterizaban por un mayor número de integrantes.

Como todo, con el paso del tiempo esto se modificó, los taxistas empezaron a cobrar la tarifa que hasta hoy les marca el famoso taxímetro, lo cual eliminó los cobros “al tanteo” o calculados “a ojo de buen cubero”, hoy, salvo algunas excepciones, los conductores se basan en este aparato para cobrar sus servicios, los automóviles, entre más pequeños, mejor, no se comparan los casi 20 pesos por litro de gasolina a los 2.80 que se pagaba allá a finales de los años 70, lo que permitía a los taxistas trabajar con motores de ocho cilindros en V, mínimo los seis en línea, lujo que ya no se pueden dar hoy en día.

Los problemas para quienes se dedican a esta actividad iniciaron con la saturación que se hizo por la desmedida entrega de concesiones, a esto hay que agregar el gran  número de vehículos “pirata que circulan a diario por esta ciudad, carros con una sola placa, o de plano sin ninguna de ellas, algo que ha proliferado también ante la incapacidad de las autoridades por controlar esta situación, el número de Inspectores del Transporte es bastante limitado, no cuentan con los vehículos suficientes para detectar, detener y sacar de circulación a los autos que trabajan en la ilegalidad, tampoco con personal, y al parecer solo trabajan de ocho a cuatro, por lo que esta situación actualmente prácticamente está fuera del alcance de la autoridad que debería de regular este tipo de transporte, aunado a esto, desde hace casi dos años, empezó a trabajar sin ningún tipo de permiso UBER, lo cual vino a empeorar aún más la economía de los concesionarios de los taxis, tal vez a pandemia haya “cubierto” la problemática que se vive con el servicio de taxis en esta entidad, pero la autoridad debe de considerar desde hoy empezar a poner orden, aún tienen el tiempo suficiente para hacerlo, la cuestión es que también en la Subsecretaría de Movilidad y Transporte prevalece el desorden, al parecer Jorge Campos Murillo ya no va a regresar, por lo que la responsabilidad ahora es de Raúl Obregón, quien por cierto tiene toda la capacidad de reorganizar esta dependencia.

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