Es difícil creer que a estas alturas alguien se haya creído que las encuestas en Morena definirían quién sería su candidato. Ya se sabía de antemano, se tenía incluso la experiencia del proceso anterior en el que de igual forma, tampoco los mejor calificados fueron los candidatos.
Hasta ahora, el proceso interno más transparente de Morena, y el más conveniente, ha sido el de la tómbola. Aquel modelo de selección que efectivamente hizo historia y queda para los anales de “aunque usted no lo crea” en el que esta partido abrió sus registros a todo el que quisiera y luego mediante tómbola, como un premio, seleccionó quienes fueron sus candidatos a diputados federales, prácticamente sin impugnaciones y con el resultado de que aquellos legisladores tuvieron la lealtad ciega que exige la Cuarta Transformación.
Muchos entonces, sin la más mínima preparación, entendían que su trabajo o el pago por el premio era aprobar todo lo que dijera el presidente sin cambiarle ni una coma.
Aún hoy esa sigue siendo la condición para ser un buen legislador cuatroteriano, es básico no pensar, no preguntar, no cuestionar… lealtad ciega.
Cualquiera que se atreve a poner en duda, a sugerir alguna mejora, a pensar un poco, se gana el estigma, porque nadie puede creer que algo previamente aprobado por el jefe del movimiento pudiera ser mejorable o peor aún que pudiera tener algún error.
Esta vez anunciaron que sería mediante encuestas, pero tuvieron el cuidado de no decir públicamente cuales elementos de la encuesta definirían al ganador; el mejor posicionado, el más conocido, el que tuviera menos negativos… o como ahora algunos justifican, el género que diga la mayoría.
No se dijo tampoco que al final, la cúpula del partido interpretaría a conveniencia los resultados de la encuesta o incluso podría ignorarlos, para acomodar al candidato que se decidiera en Palacio Nacional.
Pero se equivocan quienes acusan a José Ramón Enríquez de alguna falta, de deslealtad con el partido… en el fondo la acusación es por no someterse a la voluntad suprema.
Sin embargo, está en todo su derecho de impugnar. En los estatutos de Morena y en las leyes electorales se contempla la posibilidad de que cualquier ciudadano o militante que sienta vulnerados sus derechos políticos tenga la oportunidad de ser escuchado y que las instancias que existen precisamente para eso, resuelvan si le asiste o no la razón.
Y quienes l acusan de haber llegado a Morena después… deberían recordar que eso descalifica a muchos de los que ahora aplauden. Muchos llegaron a Morena cuando ya no pudieron o no les dieron lo que creían que merecían en otros partidos. Y Morena los recibió y hasta les perdonó su pasado.
Los auténticos morenistas, los que estuvieron desde e principio al lado de Andrés Manuel no son precisamente los más recompensados hoy con posiciones, cargos o candidaturas.
Sin pies ni cabeza
Un enorme simbolismo ha tenido la estatua de Andrés Manuel López Obrador erigida en Atlacomulco: primero se colocó en un obvio alarde de populachería, un intento de congraciarse con el mandatario, culto a la personalidad la prueba de que la 4T es la cuarta transformación del viejo sistema priista. Los mismos, modos, las mismas mañas.
Pero inicia el año con la estatua descabezada, tirada, imagen viva de la 4T y del gobierno lopezobradorista.