Todas las mujeres son distintas

No todas las mujeres piensan igual, el feminismo tiene una amplia gama de interpretaciones y repercusiones en la colectividad, no todas son feministas; los días pasados en que se mostraron diversas formas de hacer llegar sus mensajes hacia las instituciones y el resto de la sociedad, sin duda, fueron muy enriquecedores para todos, particularmente para las mujeres que organizaron, difundieron, participaron y se mostraron públicamente.

México ha sido un país profundamente machista en todos los ámbitos que gradualmente se ha ido transformando y adaptando a los nuevos convencionalismos sociales; actualmente, hay una mayor sensibilidad y empatía hacia las causas de las mujeres y más comprensión de las realidades de vulnerabilidad a las que están expuestas muchas de ellas; por ejemplo, la trata de niñas y mujeres con fines de explotación sexual sigue siendo un tema marginal en el debate público.

Desde hace un par de décadas el estado mexicano en sus tres niveles de gobierno ha quedado en evidencia como ineficaz para garantizar la seguridad de los ciudadanos, en gran medida por los altos niveles de impunidad que propicia la corrupción e inoperancia de las policías preventivas e investigadoras para inhibir la comisión de delitos en contra de la integridad de las personas; uno de los grandes errores del nuevo sistema penal acusatorio, es que dejó intocadas las estructuras del Ministerio Público, una de las instituciones más antiguas, pero también una de las más corruptas y socialmente más inútiles, porque mantienen alrededor de un 98% de impunidad en los delitos que se hacen de su conocimiento, sin contar todos aquellos que no se denuncian por falta de confianza, que de acuerdo a diversos estudios, son al menos tres veces más. 

La incidencia delictiva se frena y se revierte juzgando y castigando a un número muy elevado de los responsables, no hay otra fórmula que funcione, esa es la experiencia en las sociedades que cuentan con sistemas institucionales mucho más desarrollados que nuestro país, aquí se sigue tratando de parar a la delincuencia por la vía más fácil e irresponsable que hay, es decir, endureciendo las leyes e incrementando las penas desde el Poder Legislativo, siendo que la experiencia mexicana ha mostrado una y otra vez que esa “solución” es un fracaso y más aún, cuando la relatoría de la ONU sobre los Derechos Humanos expone que casi la mitad de las personas encarceladas en México, no deberían estarlo.

En los últimos años las mujeres han sido utilizadas electoralmente por muchos políticos, a nivel legislativo se han cometido tantos excesos para sobre protegerlas que en la vía de los hechos las están haciendo más vulnerables y les están quitando oportunidades, incluso, para desarrollarse profesionalmente. La demagogia es una de las principales amenazas para las mujeres y el ejercicio de sus derechos.

Los días 7, 8 y 9 de marzo fueron muy trascendentes para las luchas reivindicatorias de las mujeres mexicanas, aunque diversos intereses políticos trataron de incidir y manipular, no lo lograron, se perdieron en la espontaneidad de las miles que participaron, cada una a su manera y con su propio entendimiento de la problemática que les afecta; cada día tuvo su propio simbolismo y distintas repercusiones sociales en todo el país, en los tres eventos se hicieron aportaciones, simplemente, porque muchas mujeres superaron la apatía y se manifestaron; tal vez, en lo que todas coincidieron es que quieren dejar de sentirse inseguras y amenazadas.

La victimización sistemática de las mujeres y la criminalización de los varones es una perspectiva muy rentable para los políticos que insisten en lucrar electoralmente con el feminismo machista que están impulsando, pero es muy peligrosa para una sociedad tan polarizada, estas nuevas pautas están cambiando, incluso, cómo se relacionan los varones y las mujeres en los más diversos contextos, en los que se agudiza el tradicional Pacto Social mexicano que está fundado en la desconfianza de unos hacia otros y de todos hacia los políticos y los gobiernos.

La gran interrogante es: ¿Qué pasará con las mujeres después del 9 de marzo?, todo seguirá igual o la Jefa de Gobierno, los alcaldes, los presidentes municipales y los gobernadores, diseñarán, por fin, una nueva arquitectura institucional en las policías preventivas e investigadoras, que en diversas ocasiones, no solo se han mostrado como una amenaza para las mujeres sino que además han evidenciado sus carencias técnicas y humanas para prevenir e investigar las agresiones físicas contra ellas y el resto de la gente.

El discurso simplista ha sido señalar como la causa de la violencia contra las mujeres al machismo y al patriarcado, cuando hoy más que nunca, México es menos machista y patriarcal que en cualquier otro momento, lo cierto, es que la salud mental y emocional de la población no está siendo importante en la agenda pública. La violencia es un fenómeno que va más allá del género y sus implicaciones cada vez se hacen más complejas y diversas. 

La Política de Estado más progresista que se pudiera ejecutar para el bienestar y seguridad, no solo de las mujeres, sino de todas las personas, es cambiar el diseño institucional de las policías preventivas, investigadoras y del Ministerio Público para que se puedan abatir los altísimos niveles de corrupción, desconfianza e impunidad, que en la vía de los hechos se traducen en un estado de indefensión permanente para las víctimas y las potenciales víctimas de la violencia; es urgente hacer de la salud emocional y mental una prioridad gubernamental y sobre todo, se debe dejar de tratar a las mujeres en los procesos legislativos de los congresos estatales y del Congreso de la Unión como si fueran inferiores a los varones. 

Lo cierto, es que aunque sus propósitos y conceptos sean tan distintos,  el 7, 8 y 9 de marzo miles de mujeres le dieron visibilidad a lo que muchos intereses políticos, económicos y los convencionalismos sociales se han esmerado por invisibilizar.

@ernestoescobosa

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