Barberías y peluquerías, profesión y lugares que se niegan a morir

Por Geral Rosales

Con el pasar del tiempo las costumbres van cambiando, cada día la tecnología se apodera de la sociedad con nuevas propuestas pero también va dejando en el olvido otras, como las profesiones y oficios de antaño  algunos sustituidos por  una máquina como los Barberos  quienes muchos eran únicamente peluqueros que también se encargaban de arreglar la barba a los hombres.

Pero si nos remontamos siglos atrás, cuando los dentistas no existían, los barberos también eran los encargados de ocuparse de la dentadura de sus clientes, es posible que la primera herramienta usada por el hombre para cortarse el cabello y las barbas fueran las lascas afiladas de piedra, el corte de pelo se debía indudablemente a cuestiones prácticas o ceremoniales y nada tenía que ver con los motivos únicamente estéticos de épocas posteriores.

Hace unos cuantos siglos, a finales del siglo XIII, existía una peculiar profesión que era la de cirujano- barbero, cuya labor era de lo más dispar, igual cortaban la barba y el pelo que hacían sangrías, extraían muelas o blanqueaban los dientes con aguafuerte, Este oficio surgió por las disputas de los gremios de cirujanos y barberos, ya que los primeros eran gente con estudios, pero además de cobrar más, los barberos eran más solicitados por la diversidad de servicios que prestaban, y muchos contaban con la confianza de nobles a los que prestaban sus servicios y que no creían demasiado en la medicina de aquella época.

Según la historia los peluqueros tuvieron su período dorado durante el siglo XVIII, pero luego de la Revolución Francesa, como rechazo al Régimen, las pelucas comenzaron a dejar de usarse, y resurgieron las tendencias de estilos basados en el cabello natural. En las cortes y en los Parlamentos, sin embargo, se siguieron usando pelucas empolvadas. Pero los peluqueros, durante el siglo XIX, comenzaron a trabajar cada vez menos, pues ya el uso de pelucas no era masivo, siguieron trabajando en el corte, afeitado de barbas y diseño de peinados.

Al igual que otros personajes y oficios, el Barbero y el Peluquero fueron inmortalizados en varias películas por los grandes como Pedro Infante y Mario Moreno Cantinflas, en la película “Si yo fuera diputado” filmada en 1951 y estrenada en 1952, en la que desempeña el papel de peluquero, lo que nos retrata al México Antiguo, siendo una tradición, Las peluquerías en Durango existentes a principios del siglo pasado, que había peluquerías de primera, de segunda y hasta de tercera, una de las mas visitadas era la Román Romero en la “Gillette” la cual s ubicaba en calle Juárez equina con el callejón de las mariposas, Don Román que por la finura de su trabajo fue apodado como  “Manos de Seda”,  atendía exclusivamente el peinador de damas en cuya labor era auxiliado por Genoveva García, Antonia Arreola, Carmela de Castruita y Margarita Medina.

Las peluquerías de aquel entonces por lo general contaban con sus enormes espejos, sus grandes y espaciosos sillones platicadores como es lo tradicional en los de su oficio, así como los accesorios tradicionales que le peluquero usa, capa,  los sillones mecánicos o giratorios, que lucían a un lado una palanca y al otro una larga correa de anca de caballo para asentar el filo de la navaja, las tazas con jabón y brocha para hacer espuma un calentador de carbón o eléctrico para calentar las toallas para el arreglo de barba, un chambelán para esparcir alcohol en el cuello después de la afeitada, un perchero para colgar el sombrero, como tampoco tazas y brochas para enjabonar barba y cuello, máquinas manuales y desde luego las tijeras estilizadas; herramientas todas estas que eran esterilizadas con formol.

El anuncio en forma cilíndrica o caramelo que anunciaba sus establecimientos lucía rayas rojas y azules, que representaban las venas y las arterias dando entender que los maestros era buenos para “la navaja”, era también una señal para los que no sabían leer que ahí se podían cortar el cabello.

También por lo general en las barberías existía el “Chícharo” que era el niño o joven aprendiz mandadero y a veces bolero y que para demostrar que ya estaba preparado para ejercer el oficio, tenía que quitarle con la navaja el jabón a un globo inflado sin tronarlo y practicar los sábados en los barrios de las orillas de la ciudad.

En los años cuarenta  Ricardo Parra  atendía su peluquería “La Americana” la cual se ubicaba en la calle de 20 de Noviembre, a un costado de l  “Posada Durán” y quien por su profesionalismo y buen trato llegó a ser el peluquero de moda. Además existían varias peluquerías en los barrios de la ciudad, como la peluquería “Silvania” que se encontraba por la calle de Pasteur cerca de Coronado.

De la misma forma  historiadores como Benjamín Torres Vargas y Enrique Arrieta Silva recuerdan al gremio peluquero integrado por Leopoldo Montaño, a Román García en “La Central”, a Manuel Ortiz en “La Americana”, a Julio Morales, a Manuel Rodríguez, todos ellos con peluquerías ubicadas en el centro de la ciudad con muy buen equipo de trabajo; mientras que las peluquerías de tercera abrían sus puertas por la última calle de Pasteur, antes Mercado, como también por la calle Patoni, en la cuadra del Mercado. Fue la entrada de las estéticas ya con máquinas y manos femeninas quienes desbancaron a las tradicionales peluquerías, algunas aún subsisten sobre todo en algún barrio o colonia, pero no con el mismo auge como en los años 40´s y 50´s, al igual que otros oficios que han desparecido o que poco a poco mueren, el barbero y el peluquero serán por siempre parte de la historia del quehacer en México y en Durango.

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