Una de las grandes situaciones que como seres humanos necesitamos aprender, es sobre la impermanencia de la vida, esto es una de sus características principales, nada es para siempre, todo tiene un ciclo y un fin; personas, situaciones, relaciones e inclusive las cosas materiales un día dejan de ser útiles. Y es quizá el no aceptar que nada es para siempre lo que nos provoca el sufrimiento.
Las relaciones de pareja tampoco son eternas. Cada relación es diferente. Con los años es normal que haya picos altos y bajos en el amor. Es por esto que las personas descubren con el tiempo estrategias para evitar que su relación se hunda o quede en el olvido. Construir una vida juntos es un trabajo de dos, en el que ambos deben tomar la decisión consciente de comprometerse y hacer su mejor esfuerzo.
El amor eterno sí puede existir, siempre y cuando cada parte lo quiera así y ponga el mismo empeño en lograrlo. Si una relación se cultiva aún y cuando haya obstáculos por vencer, puede ser duradera, para siempre. Pero cuando las parejas no tienen el mismo objetivo en común y el esfuerzo no es conjunto, un día dirán: “el amor se acabó”.
La transformación del amor a lo largo del tiempo es inevitable, finalmente, todo cambia a medida que el tiempo pasa; por tanto, el mismo afecto y amor en pareja también se transforma, ya sea porque madure y se afiancen los lazos o porque se rompa con el encanto y se dé un final. De nosotros depende el final que busquemos.
Aquí les dejamos la Revista Celebra del mes de febrero, un trabajo realizado con mucho amor y cariño por parte de todos los colaboradores, quienes mes con mes plasman y comparten sus conocimientos, vivencias y experiencias.
