Mosaico Cultural | San Juan “Parrandero”

Por Juan Carlos Gutiérrez 

En Jiutepec, Morelos, siempre ha existido un culto reverencial al agua y su divinidad responsable Tlaloc (deidad del agua de lluvia), a quien tres días después del solsticio de verano los ancestros agricultores rogaban por un año productivo. Durante esa misma época, la iglesia católica convoca a sus creyentes y se encomienda a Juan “Bautista” que habrá de interceder por lo mismo para conseguir buenas cosechas.

Es entonces que cada veintitrés de junio los jiutepequenses celebran a un personaje único que aglomera tradiciones y credos, que nombra San Juan “Parrandero”, que a son de bandas de viento recorre alegre las calles para pedir pan y agua en cada puerta amable que abre su generosidad y se rinde honor al dar.

Para la misma fecha, la costumbre nos dice como en los distintos “ojos de agua” del Estado se realizan ofrendas para dar respuesta a todo lo que se nos ha dado: tamales nejos, tortillas (maíz sagrado), mole y “tragos” de alcohol que se derraman en los cuatro puntos cardinales rememorando la “fecundación” de la Tierra y su disposición de conservarnos y protegernos.

El tabaco, a su vez, es considerado entre los indígenas como un portal comunicativo con los “espíritus” y de limpieza de vientos para poder acceder a barrancas y cursos de agua; también se usa la flor de cacaloxochitl (flor que suena) para exaltar la imagen de Juan “el Parrandero”, y que sea éste un representante de las almas agradecidas por esa amable voluntad que nos procura la existencia.

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